viernes, 6 de septiembre de 2013

Las rebajas del verano; (sólo nos quedan tonos ocre)

La semana pasada fuimos a la sierra.  Llevé conmigo la cámara sin mucha ilusión, porque a esta altura del verano, sólo quedan los saldos que los pájaros, murciélagos, sapos y culebras han dejado en los estantes de la naturaleza mínima. Y para peor, sólo los hay en tonos marrones, ocres, amarillos sucios y toda la gama que permita el ocultamiento y la exclusión del sistema digestivo de cualquier vertebrado que pretenda integrarlos o fotografiarlos.
Y es natural, porque los tiempos locos de la primavera quedaron atrás, y ahora los que sobreviven son marrones, listos como el hambre y decididos a morir de viejos. Por ello se mimetizan en caminos y piedras, juegan al escondite y a la estatua; y llaman menos la atención que el bisabuelo muerto.
Bajo estas palabras, disfrazados de paja y tierra; algunos de los supervivientes del gran naufragio universal que insistimos en llamar vida.



Una mariposa marrón amarillento se posa sobre una flor seca como las ubres de una vaca momificada. No aceptará que nos acerquemos demasiado, lleva todo el verano (bueno, al absurdo período de tiempo de la vida de una mariposa que pudiera llamarse verano) escapando a picotazos y deseos. Su destino es incierto, sus antenas cortas pero gruesas y no es cierto que sintonicen la TDT.



Un saltamontes pardo con un "extravagante" detalle en ocre claro, más aburrido que unos pantalones de pana del mismo tono, echa la pupila derecha a cámara con la misma actitud que un suicida al borde de una cornisa que le grita al poli: un paso más y salto! Por cierto, a este muchachito lo encontró Oliver y así me lo recuerda antes de irse a dormir.



Cara al sol; quizás una mariposa fascista, o quizás sólo por hacer la sombra más estrecha; seguir disfrazada de pedregal, continuar la dura tarea de vivir otro día más desapercibida hasta para sí misma.






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