En uno de los rosales de mi jardín, hay una animada vida social que cualquier revista del corazón para artrópodos debería cubrir con extensos reportajes de cotilleos. Las rosas abiertas acogen a los pulgones verdes que disfrutan de menú libre; con la escolta y guardia de sus queridas hormigas lasius.
Si alguna vez se os ocurre pedir a una hormiga que pose; no perdáis el tiempo, no lo hará. Son artrópodos muy ocupados, como en general todos los de la familia formicidae. Patrullando por el rosal para detectar y eliminar amenazas a su preciado ganado pulgón.
Este pulgón pagó el alto precio de salir sin escolta por un barrio peligroso. Y creedme, no hay barrios tranquilos en primavera.
Debajo de estas frases y sin ningún otro interés que la ensalada verde de rosas, esta oruga de la avispa de las rosas se atiborra sin siquiera pensar que quizás, todos esos puntos negros que le han salido en la espalda debería apretárselos.
No sé, con ese cutis dudo que consiga una novia. O un novio. El dimorfismo sexual de estas orugas escapa exitosamente a mis conocimientos. Pero os puedo decir una cosa: Esta oruga un día será una avispa. Y antes que ello será una pupa. Pero para pupa, pupa; la que le está haciendo al rosal...
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