Con la llegada de la primavera, muchos artrópodos, bípedos, trípedos y otros seres caminantes se lanzan literalmente a la aventura. En el microcosmos insecto, esto significa una orgía de violencia y rapiña; pillaje, invasión, emboscada, lucha intestina y anal. En ese todo vale, un buen camino de hormigas negras aderezado por la vigilante mirada de los soldados del batallón no es la clase de paseo rural típico que cualquier buen insecto querría encontrar. Las hormonas a tope, las antenas atentas, y muchas ganas de bronca; de montar una auténtica pelea de bar. Aquí debajo, enfocadas por el insistente clic de mi cámara, estas dos jovencitas acaloradas dirimen con argumentos mandibularios una disputa cuyo origen, sinceramente, desconozco. Un fraticidio en progreso, hormiga contra hormiga; la de la derecha en este momento parece dominada por la pequeña de la izquierda, pero el aspecto de su abdomen no promete unas digestiones muy completas...
Esta hormiga -que en el momento de la foto mira a cámara- paseaba su sombra por una piedra de la sierra madrileña. Ajena al triste enfrentamiento de sus primas de arriba, se limitaba a controlar la distancia de mi lente a su mandíbula y a erizar los ralos pelillos del abdomen como si pudiera atemorizarme.
HORMIGA MIRANDO AL SUDESTE
Ajena a mi dolor (me acababa de clavar una espina en la rodilla) este precioso ejemplar de la soldadesca de Palazzo Formis se asoma desde lo alto de una piedra de diez centímetros de altura y mira al sudeste o no; ofreciéndonos su cerviz negra como la axila de un grillo, su espalda a juego y su culo bandas rojas y negras que recuerdan a la camiseta del Milan AC.
Y entonces se volvió y me dijo te quiero...
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