Esta señorita que vemos bajos estas líneas, no es otra que Margaret la araña cangrejo de las flores. A diferencia de la gran mayoría de sus parientes, no teje una tela para atrapar a su alimento vivo. Prefiere, por decirlo de alguna manera, recibir personalmente a todos los insectos que visiten la margarita que ese día ha elegido para esperar. Y espera... espera... hasta que llega una mosca, una abeja, o incluso una avispa. Tiene cuatro patas perfectamente diferenciadas de las otras cuatro. Las delanteras son largas y acaban en dos afilados ganchos que recuerdan las pinzas de un cangrejo. Con ellas se abalanza hacia su presa antes de darle el beso de la muerte. (oh nena!) Su cuerpo plano, también recuerda a uno de estos parientes lejanos del mar. Sus cuatro patas posteriores son cortas y las utiliza principalmente para moverse. Produce un pequeño hilo de seda con el cual se "ancla" a la flor para evitar caídas peligrosas en medio de sus refriegas con los visitantes de la flor.
Desde el punto de vista romántico, la primavera es la ruina misma para muchos lepidópteros, himenópteros, dípteros y alimañas de toda clase que pretendan quedar en una cita a ciegas con alguien, digamos, en esta flor. Una inocente cita de novios a picotear, libar o sorber de esta margarita y ya tienes una cita directa con el sistema digestivo parcialmente externo de esta araña de las flores.
¿Que ironía más cruel puede escribirse en ese petalario de me quieres muchos, poquitos y nadas?; ese deshojar la vida como si un día pudieras arrancar un pétalo blanco para hacerle un vestido de boda a tu amada mosca de la fruta, y al otro una araña de las flores te arranca de tu vida y te deja en las cáscaras mismas de tu ser, momificado en tu trono mortuorio, incorporado a la corola de tu corolario; en fin, formando parte de la flor que recuerda tu breve paso por la tierra.
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